Título 1
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Hoy en día, dar una imagen profesional pasa por tener la capacidad de comunicar con sus clientes en su propio idioma. Pero tener a disposición unos servicios lingüísticos de calidad que refuercen profesionalidad de su empresa online, hace indispensable el contar con las competencias de un traductor profesional. El valor añadido es innegable: una traducción de calidad contribuye en gran medida a mejorar y consolidar la imagen y reputación digital de su empresa. En este sentido, es lógico preguntarse ¿Cómo escoger a un buen traductor? ¿Cómo saber quién será capaz de captar la esencia de la imagen que queremos dar, de dar respuesta a nuestras necesidades especificas y de plasmarlo todo en un contenido con el que nos sintamos identificados, y esto en otro idioma?
Intratrad, es un gabinete con muchos años de experiencia en traducción y creación de contenidos, por el que han pasado (y continúan pasando) numerosos traductores con los que la colaboración ha sido más o menos fructífera a lo largo de los años. Basándonos en esta experiencia, nos hemos lanzado y hemos intentado recoger e identificar para los interesados, las cualidades que hacen a un buen traductor. Porque el buen traductor, NO nace, se hace.
Pasión para moverse entreculturas
Para empezar, lo que mueve un trabajo hecho con cariño, es la pasión. Esta afirmación cobra todo su sentido en el campo de la traducción. Para nosotros, un buen traductor es ante todo un apasionado de los idiomas, no sólo de sus lenguas de trabajo o de su lengua materna, sino en general de los idiomas. Debe conocer las sutilezas de la lengua de origen, pero también de la lengua a la que traduce, conocer la cultura de la lengua de traducción al menos lo suficiente como para identificar las expresiones y las referencias culturales…
Por ejemplo, si traducimos la expresión francesa “avoir les portugaises ensablées” literalmente, significa “tener las portuguesas llenas de arena”. No tiene ningún sentido. No obstante, esta antigua expresión coloquial se utiliza para decir: “Estas sordo”, (la palabra “portuguesa” significaría en este caso “orejas”). Debería conocer igualmente que el número de pisos de un edificio no se calcula de la misma manera según los diferentes países y este detalle puede tener su importancia cuando se trata de traducir y numerar las salidas de emergencia, de acuerdo a las normas en vigor actuales.
El traductor nunca deja de cultivar ni su lengua materna ni su lengua de traducción, ni de explorar el significado de las palabras que utiliza, así como de mejorar sus idiomas de trabajo para mantenerlos siempre a nivel profesional. En este punto, es obvio que a la pasión, ha de unirse una eterna curiosidad.
Curiosidad, concentración y minuciosidad para descifrar sentidos
En efecto, la curiosidad juega un papel esencial en la personalidad del traductor. Es un oficio en el que todos los días se aprenden cosas nuevas en función del contenido de cada traducción y habitualmente, es necesario documentarse e informarse acerca del universo que rodea la traducción, porque no es lo mismo hablar de tratados internacionales de la Unión Europea, que del proceso de fabricación industrial que lleva a cabo una empresa.
Experto de ningún campo específico, pero profesional competente en todos los campos en los suele traducir, el traductor nunca para de buscar, de hacerse preguntas y de cuestionar los textos que lee, de verificar las referencias, de intentar entender el porqué y el cómo de cada texto. Un buen traductor busca permanentemente la lógica del texto y la sigue de cerca, es su base para no perder de vista el sentido y el contexto. Se especializa en los campos en los que traduce más habitualmente, conoce el vocabulario y el estilo que un profesional del medio adoptaría en determinado contexto, ya que adquiere experiencia a medida que va traduciendo el mismo tipo de textos. Para todo ello se necesita una gran capacidad de análisis y de síntesis, pero también de adaptación, lo que evidencia que no cualquier persona con pasión y curiosidad puede traducir a otro idioma correctamente. Hacen falta grandes dosis de concentración y ser minucioso y detallista, para pasarse horas sentado frente al ordenador leyendo sin parar, revisando e interpretando las sutilezas tras las palabras o tras el uso de determinada expresión.
En resumen, un para traducir bien hay que tener vocación, pasión por los idiomas, ser una persona curiosa, inteligente, cultivada, capaz de moverse entre al menos dos culturas con la solvencia de un nativo, con una gran capacidad de concentración y de adaptación, de análisis y de síntesis. Todo ello, sazonado con grandes dosis de perfeccionismo y minuciosidad. ¿Te has sentido identificado? Si es así, es porque o eres un buen traductor, o tienes madera.
